lunes, 3 de diciembre de 2012

No me preguntes...

        Esta tarde me visitaron las musas y tuve que aprovecharlo. Cuando uno está apesadumbrado por momentos y el vacío, el nihilismo o el escepticismo hacen presencia hay cierta tendencia a profundizar sobre aspectos de la vida; esta tarde fue un momento de esos y la poesía es una gran herramienta para divagar sobre ello. 
        No suelo escribir la poesía de una forma marcada o académica, como si usar ciertos cánones fuera obligatorio -eso creo que ya se superó en el siglo XX-, por lo tanto, soy versátil con las formas o modos de hacerla (la elijo según me salga en el momento), como se puede apreciar en el poema de esta entrada. Que el poema diga el resto:

No me preguntes...

La noche gélida para corazones que no volverán a latir.

El reloj marca un tiempo que él no conoce.

La cama dejó de ser para dormir y es para soñar.

Los coches van con una prisa que ellos no tienen.

El amor se nutre del odio para ser amor.

La ventana cada día dibuja un paisaje diferente.

La razón se alimenta de la locura para serlo.

El perro encuentra compañía en humanos que duermen en la calle.

El pobre trabaja, vive y piensa para enriquecer al rico.

La droga libera al sentimiento preso en el fango.

Mi boli escribe lo que siente alguien al que no comprende.

El humano está empeñado en no aceptarse como tal.

El mar llora furia de siglos enteros.

La tierra erosiona pisadas que nadie verá.

La dignidad lleva una eternidad para salir del laberinto indigno.

La nostalgia enamora a los poetas para hacerles daño.

Las miradas aún no puede hablar.

La voz todavía no puede mirar.

La traición tortura con inquina a la lealtad.

Lo inanimado se rinde a la vida; lo animado a la muerte.

Las verdades duelen por un miedo falso.

La justicia no encuentra quien la quiera.

Las lágrimas anudan gargantas paralizadas.

El amor se enroló en una mafia que le prostituye.



No me preguntes si quieres que el mundo te conteste.


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