La presente entrada (la primera) manifiesta, como ya he comentado, algo que necesitaba escribir tras algunos sucesos acaecidos en mi vida y ello lo reflejo a través de metáforas. No está dentro de unos parámetros poéticos ni nada por el estilo, pero, en cambio, su contenido y significado es poesía y por ello lo escribo aquí como tal. Os lo dejo sin más:
Y estuve tanto tiempo danzando bajo la lluvia
que se me olvidó el por qué danzaba,
esperando una señal definitiva de algo que no llegaría,
de algo que sólo andaba en mi psique.
¿Ideales, sueños que dan espereranza
pero que sólo existen en la imaginación,
en la creatividad, en lo onírico?
No sé nada a ciencia cierta;
pero sé que el diálogo, el debate
y la conversación son elementos analíticos.
¿Y quién me entiende mejor que mi propio corazón?
Él: culpable e inocente de una obsesión que me mantenía en la lluvia,
sin objetividad alguna, con la danza en el temporal.
¿Acaso la pasión desmedida puede ser objetiva?
Y la luz apareció una noche ebria
como puñal afilado atravesando carne pueril.
El dolor no tardó en convertirse en conocimiento ignorado,
en nuevo camino trazado.
Poco después, reforzada, la luz cambió el dolor por el placer,
la moralidad obstrucionista, por la moralidad del momento,
el nuevo camino hizo que los ojos no se cierren
ante la evidencia, y ésta, habla por si misma.
Lo trazado en el nuevo camino trajo nuevas técnicas,
experiencias y objetivos.
La dialéctica se pronuncia, y no ver su luz
es refriarse bajo la lluvia.
Aun así, todavía cambiaría cualquier atisbo de luz
por danzar de tal forma que la lluvia, tras tal ritual,
se uniera a lo indisoluble que son dos corazones
creando luz propia, en su particular camino
hacia la inexorable tierra, que engulle cuerpos
como el mar engulle gotas.
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